lunes, 20 de junio de 2016

Empatía


La espiritualidad en la asistencia a quienes sufren

Ante la enfermedad o la pérdida, la tarea de acompañamiento pasa por trascender lo material y apuntar a los valores últimos, a través de la comunicación empática y honesta.



Nadie puede acompañar a otro más allá de donde uno mismo ha llegado. Sólo podemos comunicar lo que tenemos y lo que hemos alcanzado. Para poder acompañar y aliviar el sufrimiento de quien está atravesando una situación difícil, ya sea una pérdida, una enfermedad física, emocional o mental necesitamos compasión, amor, ecuanimidad, comunicación empática y honesta, compromiso, práctica de la atención plena y autorreflexión, valores que surgen de la espiritualidad, una parte constitutiva esencial de los seres humanos.

La espiritualidad está relacionada con la capacidad de trascender lo material, la dimensión que tiene que ver con los fines y valores últimos y el significado existencial que todos buscamos.

El concepto de espiritualidad se encuentra en todas las culturas y sociedades. Se expresa como una búsqueda individual del sentido de la existencia y a través de la participación en la religión y/o la creencia en un Ser Superior, la familia, el encuentro con los otros, la naturaleza, el humanismo y las artes.

La espiritualidad está reconocida como factor que contribuye a la salud, el bienestar y la calidad de vida de las personas. Desde ella se responden preguntas como ¿Quién soy yo? ¿Qué he venido a hacer aquí? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué puedo esperar? ¿Qué hay después de la muerte? 


Se caracteriza por la capacidad de búsqueda de sentido en la vida, de tener confianza y coraje, de amar y perdonar, sentido de integridad, trascendencia y legado, de ver más allá de las circunstancias. Capacita a las personas a encontrar un sentido en el sufrimiento y trascenderlo.


Desde mi experiencia en el acompañamiento de pacientes con enfermedades graves, considero que tener en cuenta el sufrimiento de las personas, especialmente en el final de la vida como objetivo de atención médica, no debería estar aislado de los otros objetivos que tiene la medicina, relacionados con la prevención y la curación de las enfermedades.


El sistema sanitario en los últimos años se ha orientado más hacia la curación y ha dejado de lado lo que nunca debiéramos olvidar de hacer: ACOMPAÑAR Y ALIVIAR, que, en última instancia, es lo que siempre podemos hacer.


El acompañamiento por parte de los profesionales de la salud en momentos de crisis como consecuencia del padecimiento de enfermedades graves y, más aún, con riesgo de vida, debe buscar ayudar a encontrar sentido a lo vivido, la paz y la reconciliación con la propia biografía, promoviendo al máximo la conexión amorosa con el entorno (familia, amigos, equipo), generando una esperanza realista, ayudando a aliviar el sufrimiento a través de intervenciones específicas orientadas a promover la integridad de la persona, permitiendo trascender aquello que no se puede cambiar.


Para ello, los profesionales necesitamos contar con habilidades específicas, basadas en la capacidad de atención empática y no discursiva, capacidad de identificar los miedos y recursos del paciente y debemos tener, por sobre todo, la voluntad de acompañar en esta situación, es decir, desarrollar la compasión.

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