martes, 31 de mayo de 2016

LA ESPIRITUALIDAD, DIMENSIÓN OLVIDADA DE LA MEDICINA

El más reciente interés por los aspectos espirituales de la medicina fue preparado por un siglo de investigación sobre la dimensión psicológica del acto médico. El acto médico reúne de manera compleja distintos tipos y niveles de conocimiento y práctica. En un extremo está la teoría, donde puede predominar el pensamiento mágico o el científico, dependiendo de si se trata de una medicina folklórica o científico-natural. En el otro extremo está el nivel empírico, el del arte médico, que reúne las habilidades prácticas y singulares, que hacen a este médico distinto de aquél. Existe sin embargo un campo intermedio, teórico-práctico, que le da unidad y coherencia al acto médico y que es el campo de lo propiamente clínico. “Kliné”, en griego=cama, es el lugar donde yace el sufriente y donde se constituye y estructura la relación médico-paciente, o sea, el lugar de los hechos, el lecho del proceso curativo. Es en el “aquí y ahora” de esta relación donde se harán evidentes las consecuencias de una u otra teoría sobre la enfermedad o el enfermarse, como también de la habilidad del médico, su “ars curandi”. En esta interacción el paciente, a su vez, recibirá la intervención médica según sus propias teorías del padecimiento, y expresará sus propios miedos y esperanzas, sus fantasías de curación y de muerte. La medicina fundada en las ciencias naturales no tiene instrumental teórico ni práctico para entender, precisamente, la naturaleza y dinámica de esta relación, ni tampoco para considerar su influencia en el desenlace del proceso mórbido. Fue el psicoanálisis, como lo concibió Freud, su fundador, el que ha aportado una teoría y una técnica que ha hecho posible entender e intervenir esta relación. La teoría científico-natural sobre el enfermarse influyó profundamente la práctica médica en todos sus niveles: el estilo de la relación médico paciente, la estructura y funcionamiento del equipo de salud, la organización social de la medicina tanto en lo asistencial como en la enseñanza y aprendizaje de la misma. Primeramente, la naturaleza misma del pensar científico reduce toda acción médica al modelo fisicalista. Inspirado en este modelo, el aprendizaje de la medicina empieza por un ciclo de ciencias llamadas básicas. El estudiante pasa largas horas frente al cadáver conociendo la estructura del cuerpo, o ante un microscopio que le muestra la anatomía de los tejidos y las células; o en un laboratorio de Bioquímica o Fisiología, donde diseña experimentos que le enseñen sobre el funcionamiento físico y químico del ser humano y la acción de agentes de la misma naturaleza sobre él. O inoculando bacterias en ratones o conejos de experimentación. Así se forma, en lo fundamental, la mentalidad médica. El cadáver y el animal de hoy prefiguran al paciente de mañana. Esto condiciona un tipo de relación médico paciente en la cual el primero es el activo y el segundo recibe pasivamente, literalmente sin moverse, la acción médica. El prototipo es el cirujano operando un enfermo profundamente anestesiado. El estudiante desarrolla así un conjunto de expectativas que lo llevan a esperar pacientes pasivos, sometidos y obedientes y a incubar un cierto resentimiento en contra de enfermos que oponen resistencia a sus directivas. A su vez, el equipo de salud se estructura en torno al médico y el resto de los profesionales pasan a ser llamados de colaboración, es decir, secundarios.7 La aplicación de la ciencia natural a la medicina da origen a criterios de clasificación de los enfermos según categorías diagnósticas. Nacen las distintas especialidades médicas, de acuerdo con el órgano, sistema o metodología en aplicación. Surgen los distintos servicios dentro del hospital: medicina, cirugía, obstetricia, etc., y los pabellones que reúnen enfermos de una misma clase. Salas de cardiopatías, de hepatopatías o enfermedades del riñón. El criterio de clasificación es la enfermedad como construcción abstracta. Consistentemente, la organización y la atención hospitalarias tienden cada vez más a burocratizarse y el trato con el enfermo se hace más y más impersonal. Aparecen las tempranas aglomeraciones frente a las puertas del servicio de Radiología, donde los pacientes esperan turno para “ser pasados por los rayos”. Se desarrollan técnicas de laboratorio, exámenes múltiples en una gota de sangre, que el paciente debe tomarse antes de consultar al médico; diagnósticos computarizados, y así hasta la fantasía de la ciencia ficción. 

Jiménez, J. P. (2005). La espiritualidad, dimensión olvidada de la medicina.Rev GPU1, 92-101.

Referencias: http://revistagpu.cl/2005/GPU_junio_2005_PDF/LA%20ESPIRITUALIDAD%20DIMENSION%20OLVIDADA%20DE%20LA%20MEDICINA.pdf